viernes, noviembre 03, 2006

L'origine du monde

1866, Gustave Courbet, "L'origine du monde", óleo sobre lienzo
55 cm x 46 cm aproximadamente..
Musée d'Orsay, Paris


 L´origine du monde, Gustave Courbet - 1866 Courbet nos introduce en un vértigo fascinante con “El origen del mundo”

El osado artista se atrevió a pintar lo secreto y oculto. Aquello rigurosamente prohibido y reprimido durante siglos por una cultura negadora del cuerpo, despreciadora de la piel, con las pasiones bajo sospecha. Expone lo no visible ni representable por interdicciones morales, aquello que, siendo dicho, lo será con ambigüedad, como negación o "mala palabra " y con el más retorcido doble sentido, nunca con la legalidad del franco decir. Sólo un genio es capaz de acometer esta audacia; al pintar el nido sexual con su mata de vello púbico se enfrentó al espiritualismo oscurantista de una tradición tan milenaria como retrógrada, hipócrita, empeñada en ocultar y reprimir las fuerzas de la vida.

"L´origine du monde" es un centro, el eje donde se concentra y gira el núcleo principal de la vida, la fuente del deseo, del sentido íntimo e inmanente de nuestra existencia.
La visión del sexo femenino expuesta casi con violencia – la sola exposición del sexo tiene en si cierta violencia –, pese a que la representación muestra una actitud reposada, no agresiva; sin embargo su violencia no emana de lo que se representa sino de la retórica moral que rodea al objeto representado – retórica moral del espectador, no de la representación –.

Obra sin duda provocadora, al evidenciar lo invisible, expone como verdad lo real no evidente. La pintura cuestiona y desenmascara todo un universo imaginario. Como toda obra de arte, incomoda y desequilibra la moralina legitimada.

Somos cuerpos deseantes/deseados, orígenes, pulsiones de todo el universo significante, sea de la historia o de las grandes creaciones del genio artístico.

"L´origine du monde" no muestra un objeto, la pintura representa un detalle del cuerpo femenino que muestra, especialmente en la unión de las piernas la tensión de la vida; es un cuerpo joven, su carne es sólida y fuerte. Es el cuerpo de la mujer predispuesta, expuesta y expectante, anhelando quizá. Pero ahí está, relajada; mostrándose en su legítima e incuestionable presencia, ofrecida a nuestros ojos, para placer del voyerista que todos llevamos dentro.

Courbet, “padre del realismo” nos invita a observar con mirada curiosa y realista. Miramos "El origen del mundo" sin sobresaltos, sin el peligro de ser sorprendidos como mirones, como quien mira una planta o a los animales aparearse, lo hacemos con curiosidad tanto estética como científica.

No hay lugar para el pudor y la vergüenza, que son formas culturales de nuestra mirada. Al mostrar lo prohibido y al hacerlo sin pudor roza, aunque no llega a lo pornográfico, porque la mirada y el mostrar pornográfico consiste en la insistencia y el exceso de aquello que muestra. El arte, en tanto habilidad, talento, técnica y disciplina del bien hacer, cuando menciona o discurre en torno al sexo y a lo sexual enseña a ver y a sentir. Crea una nueva sensibilidad.

La pornografía que muestra lo sexual desde la curiosidad obsesiva y meramente mercantil, transforma el cuerpo en cosa, en materia de humillación y explotación. (Sucede lo mismo que en política: cuando se trabaja honestamente por el bien común se hace arte político, pero el político corrupto hará pornografía política). Hoy por hoy la pornografía en su repetición, aburre, esteriliza la imaginación y empobrece la sensibilidad.

La percepción del arte al ser estética resulta enriquecedora de la sensibilidad por lo que, al tratar lo sexual produce arte erótico. El erotismo como refinamiento de la sensibilidad, arte del placer por el placer, del gozo como objeto de sí mismo, "finalidad sin fin" (Kant). La erótica sería el arte construido sobre la propia experiencia de la sensualidad intensa, la estudiada pasión, el placer refinado y como camino de búsqueda de unión con lo absoluto, por eso, como dice Bataille, "lo erótico está ligado a lo sagrado".

Octavio Paz nos dice que el erotismo es la sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación. El arte erótico al elevar lo sexual a dimensiones estéticas, muta el instinto irreprimible en placer medido y amable, de ahí que el erotismo como arte resulta sospechoso para la sociedad al concebir el sexo para el puro placer que niega la reproducción...

Vivimos en el permanente deseo de volver de alguna manera al origen, sea por el placer erótico, en el vértigo de la simbiosis entre Amor y Muerte, el orgasmo como pequeña muerte, “la petite morte”, el Nirvana del definitivo sosiego.

El sexo como el Abismo y la gran Tentación, el Deseo principal, la fuente de todos los deseos, es la caída y el vuelo, aquello oculto y prohibido que al mirarlo no deja de turbarnos, arrobados ante el ojo del huracán, el templo del éxtasis, la "cara de Dios", según el decir popular. Es el campo donde juega la dialéctica de la vida y de la muerte.

Ahí, juntos, el placer y el dolor, la luz y las tinieblas. Buscamos entonces en los espasmos de la unión sexual la fusión absoluta, la unión con la totalidad de lo real. Queremos, en la unión de los cuerpos, dejar de ser discontinuidades individuales para realizarnos como continuidad cósmica. Morimos y nacemos cada vez que llegamos al clímax y fugazmente oscilamos en el sutil umbral entre Eros y Tánatos. El arte erotiza la mirada y le infunde nuevos significados a la representación, por lo que Courbet nos diría que,

"Esto que ustedes ven, no es un sexo sino el origen del mundo"


detalle del origen En 1866 Gustave Courbet pintó para el diplomático turco Khalil-Bey, el torso de una mujer desnuda desde los muslos hasta los pechos, acostada en una cama de sábanas revueltas, con las piernas separadas y el sexo despierto, como si acabara de enviar a su amante al paraíso. Este cuadro de panorama estremecedor fue titulado con un nombre que acabó de redondear el concepto: “El origen del mundo”.

Al morir el diplomático turco, "El origen del mundo" rodó por varias colecciones privadas. Durante la Segunda Guerra Mundial ya iba por Budapest. Luego fue confiscado (y seguramente confinado) por los nazis hasta que los soviéticos se adueñaron de él. Después el cuadro de Courbet regresó al circuito de coleccionistas y ahí fue adquirido, en 1955, por el doctor Jacques Lacan. La moral y el pudor habían dejado su huella en el cuadro, y para esos días ya dormía oculto bajo una tapa decorada con un paisaje menos ofensivo que las piernas abiertas de esa mujer generosa.

De todas las cualidades de la pintura, transcribamos aquí la que apunta el escritor polaco Witold Gombrowicz:

“El cuadro siempre será una belleza torpe, una belleza estropeada por la inhábil mano del hombre. Pero tal vez en esto se oculte el secreto de la atracción. El cuadro nos transmite una belleza sentida, ya percibida por alguien, es decir, por un pintor. El cuadro no nos dice solamente: “Este paisaje es bello”, sino también: “yo lo he visto, he sucumbido a su encanto y por eso lo he pintado”. "


Más de un siglo después, el ángel del pudor sigue cuidándonos las espaldas. El doctor Lacan llegó a su casa con “El origen del mundo” recién comprado, le quitó el paisaje de encima y lo colgó en su mejor pared. Unos días después, el mismo doctor le pidió a su amigo André Masson que le fabricara al cuadro un nuevo escondite de madera, porque ya no aguantaba los comentarios de sus visitas.


La justicia le llegó hace poco al cuadro de Gustave Courbet, hoy se exhibe, ya sin ninguna de sus tapas, en el museo d'Orsay, en París.

Retrato de Jo, la bella irlandesa - CourbetSe cree que el torso femenino es de Johanna Heffernan, familiarmente Jo, ya que era la modelo favorita de Courbet cuando se pintó el cuadro. Era amante y modelo de James McNeill Whistler, un pintor norteamericano amigo y discípulo de Courbet, quien se la prestó.

["Retrato de Jo, la bella irlandesa" de Courbet, retrato de Johanna Heffernan, 1866]



[ Gracias a Jordi Soler, Angel Uranga y a wikipedia por sus fuentes ]

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