martes, mayo 08, 2007

Mis Relatos Semanales




EL RINCÓN DE SHEREZADE - Los Cuentos de las Mil y Una palabras XXXII - "El tahúr"







Jack Vettriano
Dancer for money
Óleo sobre lienzo




"Dualidad" [Relato ganador]



Había vivido toda su vida como un reptil, húmedo, nauseabundo, huidizo y mutante. Tenía un defecto en su cerebro y nunca dejaba de pensar, de imaginar situaciones y necesitaba vivir todo aquello que aparecía en sus pensamientos por morboso y terrible que fuera. Decenas de cadáveres a sus espaldas, normalmente atribuidos a accidentes o crueldades casuales y vario pintas del destino.

Ya nada le entretenía ni divertía, lo había probado todo y había vuelto a sus comienzos, a los atropellamientos de aquellos seres que provocaban a su propio destino paseando bajo el bordillo de la acera o cruzaban corriendo un semáforo en rojo con esa sensación de libertad transgresora y adolescente que J. no les iba a perdonar.

Hijo único, heredero de un imperio inmobiliario, propiedades repartidas por todos los Estados del País, y en cada uno varias identidades, varias personalidades y estilos, distintas formas de juego, no podía permitirse caer tan bajo, sus instintos se revolvían hacía los estratos más bajos, como un principiante que no ha conocido todavía el refinamiento de la crueldad y J. se encontraba recorriendo los lugares más nauseabundos y arrollando con uno de sus automóviles todos los cartones amontonados que mantenían el calor de un puñado de vagabundos de esos que duermen en carreteras muertas... debajo de algún puente... y a sus perros.

Su mente se disparó rápida mientras, a la mañana siguiente, desayunaba sus croissanes favoritos servidos con cariño por su camarera favorita en un bonito café acristalado, en una zona alta de la ciudad, que daba los buenos días al despertar del resto de humanos. J. siempre se adelantaba, cuando los demás despertaban él ya había leído la prensa, su desayuno ya estaba digerido, no era difícil ser el primero que respondiera a aquél anuncio:

“Jugadora busca Jugador, hasta que la muerte nos separe.”



Jack Vettriano
Her Secret life II
Óleo sobre lienzo



Miró su reloj: 07:30 a.m. y ya lo había leído ciento veinticuatro veces y comenzaba a repetírselo en silencio y en su mente, para sí mismo. Incluso sonreía imaginándose lo cruel que podría llegar a ser con aquella inocente mujer que jugaba a jugar, tanto llegó a sonreír que sintió, por primera vez en su vida, una extraña sensación de repulsión que le agradaba, sintió ternura.

Paseaba la ciudad en coche y despacio, esta vez guiado por su chófer, le resultaba placentero ser un bulto más en aquellos atascos de la mañana sin tener prisa por llegar a ningún lugar y ocultarse tras los cristales oscuros, ver sin ser visto, asesinar a la vista de todos sin ser visto...

Marcó el número de teléfono del anuncio, sonó una voz impersonal de una locución standard que avisaba del comienzo de la grabación del mensaje; él no dijo nada, estuvo unos segundos intentando aspirar algo y colgó. No contaba con una No respuesta, esto le cabreó mucho, ordenó parar el coche, bajó y se fue caminando hacia el centro, al Barrio Rojo y se llevó a unas cuantas chicas a sus mazmorras donde permaneció encerrado dos días enteros y sus noches follándose el último halo de vida de aquellas desgraciadas. Al tercer día leyó la prensa atrasada y se encontró con respuesta para él:

“Jugadora busca Jugador que no la despierte antes de las 08:00 a.m.”

Y así fueron metiéndose en un juego de niños entre mensaje en el buzón de voz y la siguiente pista en el periódico. Ella le pidió tres cabezas y él le entregó tres docenas en un arcón relleno de rosas, también congeladas y sin espinas. J. no tardó mucho en dar con ella, su musa. La primera vez fue desde los cristales oscuros del coche, la pudo ver tranquilamente, sin ser visto, sonriéndole, sin ser visto. Le gustaba aquella mujer, mucho. Bella, alta, flaca y espigada, con un brillo especial que la dotaba de alas, orgullosa, una diosa.


Jack Vettriano
Dressing to kill
Óleo sobre lienzo


Tenía que ocurrir, tarde o temprano tenían que conocerse. Ella no quería, se negaba en rotundo. Pero ocurrió, ella vagaba de vuelta a casa, comenzaba a tambalearse, iba vestida con un abrigo con cuello de piel y cinturón, medias de rejilla y tacón alto, te gustaba pensar que no llevaba nada más bajo el abrigo, apenas un collar y nada más. Se detuvo, lo justo para un pensamiento y continuó caminando, esta vez más firme, como si aquél pensamiento le hubiera otorgado fuerza y energía para deleitarse, incluso, en el paseo, y encendió un cigarrillo. J. baja del coche, más abajo de la calle por donde ella camina, le da la espalda, ella lo mira por primera vez, de espaldas, y se dirige hacia él, deleitándose en el paseo. En el bolsillo del abrigo llevabas una pequeña pero certera pistola que podrías llegar a necesitar, tu musa era una diosa... Sus pasos se acercaban a tu espalda y se detuvo.

- ¡La has cagado!, ¡Ahora tendré que matarte!

- Dime, ¿quieres que me dé la vuelta?, no es necesario que me mates, todavía... podría irme, caminando, hacia delante. No me conoces, todavía. ¿Quieres?, Dime, qué deseas que haga para ti...

Lanza el cigarrillo hacia delante, rebota y rueda hacia el pie de J. que acaba aspirando el humo que le llega y desea cogerlo y guardarlo como una reliquia. Se agacha y, sin levantarse, da una calada sobre las huellas del carmín de su boca perfecta y anhelada y ella le cubre la cara con las medias que se ha quitado y lo besa cerrando los ojos para no verle nunca el rostro y le pide que se vaya.

- Gracias, dime tu nombre

- No

Apenas da dos pasos y se da la vuelta, la curiosidad ha podido a J.

- Te lo dije, tendré que matarte

En ese momento J. descubre una daga en la liga de su diosa, en su muslo de gacela, y desea que la use.

Y, en una noche ya alta, en un único crujido, se funde el sonido de una pequeña y no tan certera pistola y una daga que se incrusta entre ceja y ceja, como debe ser, rápida y eficiente, que otorgue un único instante que te dé fuerza y energía para tener un bello y último pensamiento:

- Nena, ¡me gustas!


[ecumedesjours]



Jack Vettriano
The temptress
Óleo sobre lienzo

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