viernes, noviembre 24, 2006

Mis relatos semanales

EL RINCÓN DE SHEREZADE - Los Cuentos de las Mil y Una palabras IV

"Sueños No soñados"











"Presencia"

¡Me he levantado de un salto de la cama! y cuando digo salto, ¡es un salto! La cama está alta, me he dado una ducha, el cuarto de baño huele a espliego recién cortado. Me he vestido con mi viejo peto vaquero, mis botas de lona y he bajado las escaleras siguiendo el aroma del café, de tostadas y de guisos.






- ¡Tengo hambre! ¡Buenos días, Presencia!

He comido todo lo que podía y he salido a buscar a Juan, el pastor, le prometí una mujer, era la única forma en que podría contar con él. Su casa fue la primera que pude comprar en Presencia, después llegó la de Sor Josefa y su hermana, y así, poco a poco, la gente que allí había nacido fue consintiendo en venderme sus piedras abandonadas y sus tejas. El arzobispado me regaló la Iglesia con la única condición que respetara y cuidara del pequeño cementerio y que, al menos, tres veces al año se hiciera algún oficio religioso. Don Mariano nunca se negó a venir desde Madrid a celebrar alguna boda o a bendecid el año nuevo. La campana volvió a su lugar, y las águilas cruzaban nuestros cielos cada día. Con el dinero que mis padres me regalaron adelantando mi herencia pude comprar las propiedades haciendo al pueblo partícipe de un diez por cien y asegurándoles una estancia de una semana como mínimo al año. Al implicarles en el proyecto me ayudaron a levantar muros, y la comunidad de Guadalajara fue dando un goteo de dinero para comprar material de construcción. Ya teníamos tres casas construidas y la Iglesia fue levantada con las manos de los aledaños, parecía un cuento de hadas, y yo era la responsable de aquella reconstrucción, aquél pequeño milagro. El trabajo era incesante, teníamos un Restaurante, un horno de piedra, la casa grande hacía de recepción y nos acogía a Juan, a Carmen, a Chimo y a mi. Manuel, el joven muchacho venia todos los días desde Tribas, él y mi hijo ayudaban en todo. Carmen cocinaba y yo le ayudaba, Manuel, Chimo y yo servíamos las mesas, yo limpiaba las seis habitaciones y Juan cuidaba el ganado, mantenía las instalaciones y aprendimos a construir pequeñas casitas, como las que se usan de pequeñas parideras, donde instalamos dos saunas. Los primeros visitantes fueron mis padres, mi familia. Mi padre lloró y mi madre me miraba satisfecha, ella siempre había confiado en mí, incluso cuando me equivocaba.


Todavía quedaban casas por levantar y las piedras se amontonaban junto a las tejas. Medio Ambiente nos ayudó a limpiar los campos y los montes de hierbas secas, podaron los árboles y sacrificaron a los olmos enfermos, tuvimos que tomar drásticas soluciones ante la amenaza de epidemias. La Diputación nos habilitó las arcanas cañerías de agua que consistían en gomas de manguera y construyeron tuberías de verdad. En lo alto del monte pusieron un molino enorme que nos regalaba la suficiente luz eléctrica de forma gratuita. Mantuvimos los campos de trigo que jóvenes y niños de las escuelas cultivaban enseñados por Pedro, uno de los aldeanos. Teníamos tres burros, Chimo estaba encantado con ellos, aunque echa de menos a Olga y su vida es un trasiego constante entre Valencia y Guadalajara.


Creí que nunca llegaría a rozar la felicidad.


Hoy han nacido dos corderitos. Tenemos quince ovejas y dos machos cabrios, no dejamos que queden preñadas con demasiada frecuencia y hay que intentar ir separando a los hermanos. No puedo evitar encariñarme con ellos, son tan bonitos los corderitos. Yo he dejado de comer cordero, pero si no fuera así.... no tendría el ganado. Blanquita tiene un año, es como un perrito faldero, ella vivirá todo lo que su salud le permita, es la elegida, es de mi hijo, me dijo que si alguien se la comía nos mataría y hablaba en serio. Fue un parto difícil, Chimo ayudó a Juan, Juan se rompió la muñeca y fueron las manos de mi hijo las que trajeron a Blanca al mundo guiado por Juan.


Mañana iremos a recoger a Olga, viene a pasar unos días de verano a Presencia.


Ya tenemos dos calles iluminadas con farolas y empedradas, el jazmín comienza a trepar y suena el agua incesante.


[...]


No quería despertar... ¡por qué!, ¿ por qué ha sonado el teléfono?.


No estoy bien, no puedo ir a trabajar y no quiero que me vea ningún médico.


No voy a contestar, no abriré la puerta a nadie. Dejadme dormir, quiero seguir soñando... Chloe... gatita, me había olvidado de ti, bien, bendita llamada, así podré llevarte ahora conmigo.


Presencia... no te marches de mis sueños, volveré a buscarte.



[ ecumedesjours ]


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