sábado, marzo 24, 2007

Mis Relatos Semanales


TINTERO VIRTUAL CCLXXXVII: Jesús



Catedral de Barcelona

"Mélanger" ( Mezclar )


Entre la maraña de gente que paseaba, entraba o salía, charlaba en corros, o bailaba una sardana, se movía la mañana del domingo bajo la escalinata de la Catedral de Barcelona.

Sentado en un banco frente al pausado movimiento de las gentes y dándole la espalda a la cafetería del Hotel Colón, apareció una figura chocante en el entorno de un domingo. Una mujer, al más puro estilo ejecutivo, falda y americana gris, blusa blanca, maletín, una llamada al único móvil que sonó aquél día en aquél lugar, tacón medio, cabellos recogidos, la prensa del día y un abrigo doblado sobre el brazo, apareció con prisa entre la gente. Su conversación telefónica cesó, y con ella sus pasos, quedó petrificada en el centro de la Plaza, me resultaba inquietante su aparición, miraba a su alrededor y se acercó hacia una figura humana detenida y suspendida sobre un podio de madera; una estatua humana que representaba la figura de plomo de un soldadito de infantería, le hizo un gesto instándole a bajar y subió al podium. Soltó la cartera, la cual se abrió y escupió carpetas y papeles con muestras, catálogos e informes de rendimientos que poco a poco fueron flotando por la plaza quedando a su alrededor, dobló el abrigo y lo dejó en el suelo, se quitó los zapatos, la chaqueta, dejó caer la falda, todo ello mirando a cada una de las personas que se acercaba y la miraban, sonreía mientras se quitaba las medias, abría su camisa y se desprendía de toda su ropa interior. Saludó y habló, completamente desnuda, con una bonita naturalidad. Hablaba a la gente con cariño, como una madre habla a su hijo cuando le va dando los primeros sabios consejos, despacio, comprobando que sus palabras eran entendidas por todos, indagando en la comprensión de las gentes que se iban reuniendo ante aquella figura desnuda de mujer que atraía a la gente y que la propia gente comenzaba a reñir a los que hacían ruidos y cuchicheos e impedían poder prestar la máxima atención.

Ouka Leele
Del color de la diosa, 1998


Hacía rato que yo me había acercado, impresionado por la personalidad de aquella mujer con aspecto frágil y flaca, me sorprendí fascinado con la boca abierta mirando la expresión tranquila de sus rasgos, el movimiento de sus labios y de su mirada recorriendo las caras de todos, sin dejar un rostro por el que penetrar. Comencé a visitar su cuerpo con mis ojos, era bonito y no resultaba nada obsceno. Aquella mujer se estaba desnudando al completo, era la esencia pura del ser y la conciencia, una iluminada, una loca inmaculada que, sin guión establecido y sin necesidad de chuletario, nos estaba transportando hacia una nube de ideales que parecían lógicos y sencillos, hasta que llegó la policía y nos sacó del trance. Ella hablaba mirándoles sin interrumpir el cuento de las larvas de mariposa y los niños que morían, ambas especies a la vez, de hambre en el mundo. Cuando los dos agentes de policía consiguieron llegar a la primera fila, ya estábamos todos desnudos, estaban desconcertados, no había denuncia por parte de nadie, no habían gritos ni espantos, ella bajó del podium y caminó descalza entre la gente y la seguimos desnudos y desprendidos de todo, abiertos a sus palabras, empapándonos como esponjas suaves de bebé. No escuchaba ya sus frases completas, pero no importaba, un sentimiento ancestral nos era contagiado a todos mientras caminábamos desnudos y suaves sobre el asfalto de la Vía Laietana y el mar comenzaba a vislumbrarse allá abajo.


Via Laietana


Las últimas palabras que escuché fueron: “Ante todo, somos jardineros”. Cuando llegamos al mar entramos todos en el agua, nos besamos y abrazamos, la gente jugaba en la playa, chapoteaba y nadaba. Tan sólo yo parecía buscar a aquella mujer que me había embelesado, busqué entre todos los cuerpos y rostros, sonreí al ver entre nosotros a los policías desnudos que nos habían protegido en el trayecto al mar, ella no estaba.

Tumbado en la arena, secándome al sol apareció su rostro, sonrió, me dio sombra y siguió su camino, al levantarme vi como se desvanecía entre la gente, engullida y absorbida por todos.


Playa de la Barceloneta



Su nombre era Maria Jesús, es lo que constaba en sus papeles. Para mi fue una Diosa y yo un privilegiado por haber vivido aquella mañana de un domingo que cambió mi vida para siempre.

Durante el baño, mientras todos estaban borrachos por la seducción de aquella conciencia, yo volví a las escalinatas de la Catedral y recogí sus cosas, me quedé esperando hasta la madrugada. Hoy, dos años después, por fin me atrevo a hurgar, a leer, a buscar entre sus cosas, sus papeles, ambiciosos proyectos elaborados, detallados y ajustados al milímetro, con el fin de realizar una eficiente labor de mantenimiento del Planeta, pero eso... es otra historia.




[ clochard ] 4º posición

Con cariño a mis recuerdos de Barcelona, a los tejados y callejuelas del Barrio Gótico, al carrer de la Princesa, a la Rambla del Poble Nou, a la playa de la Barceloneta, a mis recorridos por la Vía Laietana, al World Trade Center, a la Estació de França, a Gaudi, a Picasso, a la iglesia de Santa Maria del Mar, al cementerio de Montjuic, al museo del whisky, a la Plaça de Catalunya, a Serrat, a Jordi, a Joan y a Xavi.

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