martes, noviembre 14, 2006

Mis relatos semanales

EL RINCÓN DE SHEREZADE - Los Cuentos de las Mil y Una palabras XIII

"El Reino de los Celos"


Calígula - film


Calígula - film


Calígula - film


Calígula - film






“Jelous’ Club”, [ 2º lugar ]

Ella nunca había sido celosa. De los hombres que pasaron por su vida ninguno le generó desconfianza, ni se lo planteaba, porque cuando estaba con ellos todo funcionaba y cuando su historia dejaba de funcionar la rompía antes de que comenzara su descomposición.

Julia y Santiago se encontraban bajo la noche ante una puerta cerrada iluminada por un farol, pulsaron el timbre, una cámara envió sus rostros al interior y la puerta se abrió. Les recibió Susana, una mujer rubia, alta y madura. Su rostro denotaba una belleza decadente, a punto de apagarse. Julia estaba nerviosa e inquieta, pero aun así le rogó que le explicara como funcionaba el local. Susana les dio una llave para la taquilla donde encontrarían dos toallas, dos pares de zapatillas desechables y dos sábanas para proteger los lechos que fueran encontrando. Les sirvió dos whiskys con hielo en vaso de tubo y plástico y les invitó a que fueran descubriendo por sí solos cada recoveco del local haciéndoles un breve resumen.

Julia se aferró con fuerza a la mano de Santiago y comenzaron por la sala de baile, Susana les había dicho que era una pequeña habitación completamente oscura donde las parejas bailaban, se tocaban entre ellas y se compartían entre el morbo que generaba no saber con quién pudieras estar. Al entrar les adelantó una pareja mayor, tendrían unos cincuenta y cinco años, o más. Julia retrocedió y se llevó a Santiago hacia las escaleras que bajaban a las taquillas, en el camino se cruzaban con naturalidad con gente vestida o desnuda y envuelta en toallas. Santiago se agachó y abrió su taquilla, vació el contenido y comenzó a desnudarla. Empezó por sus altas botas, la cremallera, después deslizó sus medias y sus braguitas, se levantó, desabrochó la blusa, el sujetador y dejó caer la falda, la envolvió con la toalla y se desnudó. Pasearon por aquellos laberintos dantescos que evocaron a Julia las imágenes de Peter O’Toole como Tiberio en la película “Calígula” y a Malcolm McDowell bailando desnudo bajo la lluvia.

Malcolm McDowel - Calígula
El sexo inundaba cada rincón, las parejas follaban compartidas en un gran yakuzzi y ella sintió asco imaginándose esperma comunitario en aquellas aguas. Una gran sala llena de sofás, de sábanas y cuerpos enredados. Bajo la música se escuchaban los quejidos y gemidos de todos aquellos amantes decadentes.

Encontraron una sala con muchas cortinas, al descorrerlas descubrían lechos más íntimos y allí se quedaron para entregarse entre ellos dos, a solas, sin compartirse. Julia estaba asustada y a la vez deseaba poseer a Santiago, comenzó a besarle y a deshacerse de las toallas para pegarse a su piel, en ese momento otra pareja similar a ellos se acomodó en su mismo habitáculo. Ella los ignoraba y seguía amando a Santiago, a él le pudo el deseo del morbo, la curiosidad y les dio sus nombres. Comenzó a besar a Sara mientras ella seguía amándole y Julia miró por el rabillo del ojo al otro hombre pensando que jamás felaría su polla. Cuando su chico comenzó a hurgar los pliegues del sexo de Sara un latigazo eléctrico recorrió la columna vertebral de Julia otorgándole lucidez, orgullo y furia. Se levantó y salió desnuda, airada, gritó pidiendo fuego para su cigarrillo, se asomó y vio que Santiago seguía besando a aquella guarra.

– ¡Me voy!, después coges un taxi

Cuando Santiago llegó Julia ya estaba vestida, solo le faltaban las botas, si no quería perderla tenia que ser muy rápido y lo fue. Salió tras aquél huracán que no temblaba ni un ápice sobre aquellas botas altas de fino tacón de aguja y se metió en el coche. Julia arrancó y salió en primera apurando hasta el límite y así recorrió las calles de Madrid, apurando las marchas al límite y hablando sola. Reprochándose la absurda idea que ella misma había tenido al plantear el maldito juego a su compañero, compartirse entre desconocidos. Habló sola hasta llegar a casa, gritó y expulsó todas las sensaciones vividas tan recientemente, el asco, la repugnancia.

– ¿Acaso creías que iba a dejar que tocaras mi coño después de habérselo tocado a ella?, ¿acaso te hubiera gustado que tras chupar su polla besara tu boca?, ¿follar conmigo después de ella?, ¡Qué asco!, Jamás volveré a pisar un local de intercambios.

La edad de esas personas es muy variada pero todos coinciden en algo, buscan lo que ellos no son capaces de generar, necesitan de un escenario y de una imaginación creada por otros, no son capaces de recrearla por sí mismos, están aburridos y vacíos, les sobra el dinero y buscan cualquier cosa que desconozcan de su propio morbo. Julia aparca el coche y sigue su discurso mientras Santiago, callado, no pierde detalle de la ira de Julia para consigo misma. No está enfadada con él, los reproches son para ella, no para él.

– ¿Subes a casa o te vas?

– Quiero subir, Julia

Ya en casa entran en la cocina, ella abre la nevera y saca zumo de naranja. Santiago la coge en brazos, la sienta sobre la encimera y comienza a devorarla.

– Cada marcha apurada incrementaba más y más mi deseo a ti, temía perderte, creí que estabas enfadada conmigo

–¿Acaso crees que iba a compartirte con otra mujer sin hacer nada por evitarlo? Este extraño sentimiento, esta ira, esta furia ¿es eso que llaman celos?

–Me temo que si – dijo Santiago llevándola en brazos a la cama y sonriendo.

[ ecumedesjours ]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola que tal soy Marta, por casualidad he llegado a tu blog y he de decir que me ha gustado bastante, ya que soy muy aficionada a la fotografía erótica amateur, y a los relatos eróticos. Yo también tengo un blog de temática erótica, si quieres conocerme mejor no tienes más que visitar el enlace que te he dejado abajo.

Porno Casero Amateur

Te animo a seguir publicando.

Besos.

Marta.