viernes, marzo 20, 2009

Mis Relatos Semanales



Tintero Virtual CCCLXXXIV

"La Nevada"



El coche avanzaba suavemente por la autovía bajo un cielo gris y denso hasta que, siguiendo el mapa y las indicaciones, encontraron la salida hacia la carretera comarcal. Cruzaron dos pueblos, dejaron atrás la carretera y se equivocaron un par de veces al desviarse por más caminos. Mientras tanto el cielo quedó suspendido y comenzó a nevar.

Virginia te pidió que te detuvieras y se dejó embadurnar por la nieve, parecía no atreverse a tocarla por temor a romperla. Llevaste la mano a tu pecho buscando en el interior de tus ropas. En el bolsillo de la camisa llevabas una cajita. La sacaste, la abriste y cogiste el anillo de oro apretándolo en tu mano cerrada. Bajaste del coche y le diste un beso largo, de los que hacen perder la conciencia; fue un beso tan largo que cuando despertasteis la nieve os cubría al igual que hacía ya con los caminos. Aquella alianza ardía cada vez más en tu mano apretada, pero la realidad os llevó de nuevo al coche, a arrancar y buscar el camino hacia esa cabaña paradisíaca donde la chimenea ya estaría preparada y encendida, donde pasar 48 horas encerrados en vuestra propia dimensión ajenos al resto de la Humanidad entre cristales turbios por vuestros alientos, donde enlazarla a tu vida con ese anillo que has guardado durante nueve años.

Y muy despacito continuaron el camino oculto bajo el manto de la nieve, los árboles a cada lado les sirvieron de guías y llegó un momento en que las ruedas del coche ya no quisieron obedecer. El atardecer semioculto entre la nieve que no cesaba daba paso, poco a poco, a la oscuridad. Y así fue como la noche les mostró el camino. Antes de oscurecerse del todo vieron las luces de una cabaña encendida, estaba a pocos metros que resultaron costosos por el espesor de la nieve y el dudoso camino. Cogieron las mochilas. En la mano apretada el anillo ardía inquieto hasta casi quemarle, y con la otra mano tomó la de Virginia. No hubieron reproches, ni quejas, silencio al principio y, viendo que todo iba bien y que la cabaña se acercaba, se miraron y sonrieron pensando en la aventura y deteniéndose a contemplar el resplandor de las últimas luces de la noche sobre la nieve virgen calmaron sus pasos que a veces eran trotes y tropiezos. Cayeron, rieron y se besaron y tú no soltaste el anillo a pesar del olor a carne asada.

Por fin llegasteis a las puertas de la cabaña, el anillo quemaba tu mano aferrada. Virginia soltó la mochila y se echó a tus brazos, la miraste, movió la nariz sintiendo el olor, se separó unos centímetros de ti, te arrodillaste, tomaste su mano, sacaste el anillo ardiente y al quemar la yema de tus dedos cayó la brillante alianza fundiendo a su paso toda la capa de nieve que atravesaba hasta sembrarse entre la tierra. Cogisteis una vara y la clavasteis en la sima que dejó como rastro vuestra alianza y, sin darle la mayor importancia ni tomarlo como una perdida, la llevaste en brazos al interior frente al fuego cómodo y confortable y ...

.......... comieron muchas perdices.
[ecumedesjours]


1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes un blog muy interesante: es sugerente, sensual, atrevido, poético... Lo pongo en favoritos. )-_-)))