lunes, diciembre 17, 2007

Mis Relatos Semanales



TINTERO VIRTUAL CCCXXII: “La Muñeca”





La muñeca

Mi hermano jugaba a la oca con mis primas y discutían sobre las normas, ¿normas?, ¿qué normas?, había dos bandos, mis primas y mi hermano, cada uno tenía las normas de su casa,
– ¡en mi casa jugamos así!, ¿verdad Julita? –, decía mi hermano a voces. Me llamó para confirmar sus palabras. Yo estaba en ese momento muy entretenida bañando a mi muñeca Pablita, era un procedimiento muy meticuloso ya que sólo podía bañar hasta su cintura para no estropear el mecanismo de sus entrañas. No podía responderle, tenia la lengua fuera retenida por mis dientes y volví a escuchar a mi hermano llamarme de nuevo, insistente. Saqué a Pablita de la jofaina en que le bañaba y ya con la lengua en su sitio grité: – ¡Sí!, Julián tiene razón –. Mis primas dieron un portazo y se fueron a su casa, entonces sonó el teléfono. Era mamá, bueno, era una mamá triste, decía que me quería mucho y que le diera el teléfono a mi hermano. Julián escuchaba atento el auricular y mientras yo peinaba a Pablita no perdía detalle de sus respuestas monosilábicas y de su llanto. Cuando colgó, Pablita y yo le abrazábamos y le pedíamos que no se enfadara con las primas, nosotras jugaríamos con él. Y ese día aprendí a jugar a la Oca con las normas de mi casa. Dejamos de jugar porque sentimos hambre y mis padres seguían sin llegar.



Julián preparó algo de comer siguiendo las instrucciones que le había dado mi madre. – Julián, yo no sabía que supieses cocinar, ¿me enseñarás? –, me dijo que me enseñaría todo lo que él ya sabía, le gustaba ser mayor. Yo le dije – cuando sea mayor yo te cuidaré –. Por la tarde llegó mi padre y al ratito mamá en una ambulancia que traía, por fin, a la abuela a casa. Fue todo muy aparatoso, Pablita estaba aferrada a mi, no quería que la dejara, nos quedamos sentadas para no molestar y nos levantamos cuando la abuela ya estaba acostada y arropada, no había hablado y su mirada parecía perdida. Mamá nos preparó una cena diferente, fue algo que cocinó rápido, se notaba porque a mi no me gustaba, pero estaba tan decaída que no quise entristecerla más, le dije que estaba muy rica y me la comí toda. Le puse a Pablita el pijama y nos metimos en la cama a esperar el sonido de las ropas de mamá deslizarse por el pasillo hacia mi habitación, como cada noche, a contarnos el cuento que nos llevaría hacía sueños. Yo le contaba mis sueños a mi muñeca, ella nunca me los contó y yo le pregunté a mamá cuando entró en mi cuarto, – mamá, ¿sueñan las muñecas? – ella sonrió y comenzó a contarme el cuento de la abuela, su mamá nunca volvería a caminar y teníamos que enseñarle, de nuevo, a hablar. Era el cuento más triste que había escuchado, y cuando se abrazó a mi y a la muñeca nos dimos cuenta de que aquello era verdad, no era ni un sueño ni un cuento. A la mañana siguiente nos despertaron los ruidos de unas ruedas deslizarse por el pasillo y los nervios de mis padres que no sabían bien, tenían que aprender, a bañar y cuidar a la abuela, me dijeron que me apartara pero mi abuela me llamó con su mirada y me eché a sus brazos, la abuela me abrazó y nos regaló una sonrisa a medias, sus rasgos estaban rígidos pero yo le dije, – abuela, Julián y yo te enseñaremos todo lo que ya sabemos – me subí en su regazo y mis padres empujaron la silla de ruedas llevándonos a las tres hasta el cuarto de baño. Me quedé con mi madre y bañamos a mi abuela, lo hice despacito, como cuando bañaba a Pablita, con mucho cuidado de no estropearla, debí hacerlo muy bien, pues con seis años que tenía, casi siete, fue una tarea que se me encomendó para siempre. Pasó el tiempo y mi abuela aunque sigue deslizándose en su silla de ruedas, nos regala cada noche a Pablita y a mi un cuento y nosotras seguimos enseñándole lo que cada día aprendemos.



[ecumedesjours]

3 comentarios:

Diente de león タンポポ dijo...

Preciosas fotografías y un relato muy tierno.

Anónimo dijo...

MUY TIERNO,LOS DOS EXTREMOS DE LA VIDA UNIDOS POR LA TERNURA.

TERESA dijo...

MUY TIERNO,LOS DOS EXTREMOS DE LA VIDA UNIDOS POR LA TERNURA