Mis Relatos Semanales
TINTERO VIRTUAL CCCXXII: “La Muñeca”


Julián preparó algo de comer siguiendo las instrucciones que le había dado mi madre. – Julián, yo no sabía que supieses cocinar, ¿me enseñarás? –, me dijo que me enseñaría todo lo que él ya sabía, le gustaba ser mayor. Yo le dije – cuando sea mayor yo te cuidaré –. Por la tarde llegó mi padre y al ratito mamá en una ambulancia que traía, por fin, a la abuela a casa. Fue todo muy aparatoso, Pablita estaba aferrada a mi, no quería que la dejara, nos quedamos sentadas para no molestar y nos levantamos cuando la abuela ya estaba acostada y arropada, no había hablado y su mirada parecía perdida. Mamá nos preparó una cena diferente, fue algo que cocinó rápido, se notaba porque a mi no me gustaba, pero estaba tan decaída que no quise entristecerla más, le dije que estaba muy rica y me la comí toda. Le puse a Pablita el pijama y nos metimos en la cama a esperar el sonido de las ropas de mamá deslizarse por el pasillo hacia mi habitación, como cada noche, a contarnos el cuento que nos llevaría hacía sueños. Yo le contaba mis sueños a mi muñeca, ella nunca me los contó y yo le pregunté a mamá cuando entró en mi cuarto, – mamá, ¿sueñan las muñecas? – ella sonrió y comenzó a contarme el cuento de la abuela, su mamá nunca volvería a caminar y teníamos que enseñarle, de nuevo, a hablar. Era el cuento más triste que había escuchado, y cuando se abrazó a mi y a la muñeca nos dimos cuenta de que aquello era verdad, no era ni un sueño ni un cuento. A la mañana siguiente nos despertaron los ruidos de unas ruedas deslizarse por el pasillo y los nervios de mis padres que no sabían bien, tenían que aprender, a bañar y cuidar a la abuela, me dijeron que me apartara pero mi abuela me llamó con su mirada y me eché a sus brazos, la abuela me abrazó y nos regaló una sonrisa a medias, sus rasgos estaban rígidos pero yo le dije, – abuela, Julián y yo te enseñaremos todo lo que ya sabemos – me subí en su regazo y mis padres empujaron la silla de ruedas llevándonos a las tres hasta el cuarto de baño. Me quedé con mi madre y bañamos a mi abuela, lo hice despacito, como cuando bañaba a Pablita, con mucho cuidado de no estropearla, debí hacerlo muy bien, pues con seis años que tenía, casi siete, fue una tarea que se me encomendó para siempre. Pasó el tiempo y mi abuela aunque sigue deslizándose en su silla de ruedas, nos regala cada noche a Pablita y a mi un cuento y nosotras seguimos enseñándole lo que cada día aprendemos.
[ecumedesjours]

3 comentarios:
Preciosas fotografías y un relato muy tierno.
MUY TIERNO,LOS DOS EXTREMOS DE LA VIDA UNIDOS POR LA TERNURA.
MUY TIERNO,LOS DOS EXTREMOS DE LA VIDA UNIDOS POR LA TERNURA
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