viernes, diciembre 07, 2007

Mis Relatos Semanales



TINTERO VIRTUAL CCCXX:

“Homenaje a Fernando Fernán Gómez”



“¿Dónde pongo este muerto?”


Hoy enterramos al padre de Robert, mi mejor amigo, mi hermano. Está triste y muy ensimismado, yo me pregunto en qué estará pensando, mejor dicho, imagino lo que él piensa en este mismo instante; es más, los dos estamos pensando exactamente lo mismo.

Acabamos de licenciarnos en Gestión de micro y Macroeconomía disyuntiva de la razón pura de la materia cuántica. Todo ocurrió hace dos semanas, la locura se apoderó, de pronto, del padrino de Robert. Mi amigo perdió a sus padres y fue adoptado por el hermano de su madre, su única familia, su tío; un hombre que enviudó de forma misteriosa en la noche de Bodas, realmente su esposa desapareció, y no volvió a casarse, un hombre sabio y despistado que le regaló una exquisita educación, hasta el día de su muerte.

Termina la ceremonia y le acompaño en los besos y abrazos de la poca familia y los muchos amigos que le saludan, le besan, lloran y abrazan. Y sigo imaginando, estremecido, sus pensamientos, y mi mente teje y me recrea la escena del día en que Robert entró a reparar la persiana de una de las ventanas del dormitorio del padre y le preguntó qué había en aquél enorme baúl de su dormitorio. El padre no supo responder, se quedó pensando perplejo, cómo si nunca hubiera reparado en la existencia del baúl cubierto con libros y papeles apilados, – no tengo idea, siempre ha estado ahí, yo nunca lo he utilizado – De pronto sus ojos reventaron, su pecho se hinchó de aire como un globo que va a estallar de horror, cayó sentado en la cama, buscando el apoyo de una mano, de un codo, sin dejar de mirar, horrorizado, el baúl. Echó al hijo de la habitación y comenzó a gritar. Era insoportable su desesperación, gritaba, gemía, lloraba y sollozaba el día y la noche. Y, por fin, una tarde cayó agotado, y durmió más de tres días seguidos. Ayudé a mi amigo a cuidar a su padre y, cuando abrió los ojos sin apenas fuerzas, el hijo lo fue calmando y el padre lloraba como un niño. Salí de la habitación para no escuchar nada de aquella conversación, hasta hoy.

Esta mañana supe lo que ya imaginaba, la esposa de su padre quizá jugó al escondite en la noche de bodas y el pobre hombre se volvió loco cuando, de pronto, Robert le recordó la existencia del baúl; tardó veintisiete años en pensar que quizá su esposa estaría momificada y vestida de novia en aquel baúl que nunca nadie había abierto ni se debería abrir, jamás; era preferible la duda, siempre.

Mientras tapiaban el nicho del padre allá abajo, en el interior del panteón, los dos pensábamos lo mismo, nos miramos; debíamos haber enterrado el baúl junto a su padre...


[ecumedesjours], 4ª

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