viernes, enero 29, 2010

Mis Relatos Semanales


Tintero Virtual CDXXIV - "Una mala elección"





"¿Sueño sempieterno?"



Mi nombre es Julia, my name is Julia, je m’apelle....





Mi nombre siempre es el mismo, en cualquier idioma, la presentación tampoco ha cambiado en los últimos nueve años de mi vida. “Me llamo Julia y estoy loca, y lo peor de todo es que nadie se atreve a diagnosticarme”. A continuación siempre sucede una carcajada general entre el público que asiste a mis conferencias a la que termino uniéndome.

Mi coeficiente intelectual es demasiado elevado y sorprende a todos los mortales; han decidido valorarme como un apreciado instrumento colaborador en cualquier investigación novedosa que se planteen llevar a cabo. Tengo cuarenta años y estoy aburrida, ya no existen retos, cualquier situación ya la he vivido, conozco de antemano lo que va a suceder cada día, sólo yo sé cuándo y cómo va a terminar cada proyecto. Les dejo meter mano porque no debo ser imprescindible, cualquier día los abandonaré. Sé cuando van a equivocarse, conozco al milímetro los rodeos y los giros que tomaran sus investigaciones. Yo ya tengo los planos definitivos, ahora los adornaré con un toque de diseño gráfico para animar la presentación y cuando lo termine estaré lista para viajar de verdad. A mis colegas todavía les queda un par de meses y, aún así, no darán con la solución final para poder filtrar el residuo, casi gaseoso, que desprende la quema de un combustible todavía desconocido para ellos. Afortunadamente, no llegarán nunca a conocer las variadas posibilidades de ese material. Pero todo esto, es lo de menos.

Una vez terminé el diseño y cerré la casa, me fui por las calles, necesitaba sentir que no tenía nada qué hacer, cogí un viejo abrigo, unas botas de montaña, me puse varias camisetas, unas sobre otras, y me presenté ante un grupo de vagabundos. “Me llamo Julia y estoy loca, lo peor de todo es que nadie se atreve a diagnosticarme”. Nadie me hizo caso, así que lo repetí de nuevo. Lo repetí seiscientas sesenta y seis veces y nadie me hizo caso. El hecho de que nadie gruñera ante mi insistencia me llevó a tomarlo como una aceptación y me senté en el suelo junto a ellos guardando una distancia de medio metro, tenía que untarme de su mugre poco a poco. Extendí mi cartón y me uní a sus sueños, ¡y de qué forma!.

El primer sueño me impactó profundamente, tanto que quise buscar drogas que me adormilasen y compartí los porros de mis nuevos colegas. Aunque más que sueño me dieron risa y mis ocurrencias les entusiasmaban. Y llegó un segundo sueño, y un tercero y....

Tras el quinto sueño reuní a mis compañeros errabundos y les conté lo que me estaba ocurriendo. Cada noche, al cerrar los ojos y dormirme, aparecíamos todos en otro mundo paralelo. La situación era similar, pero no había suciedad, ni hambre, ni otras gentes, era como un paraíso cargado de maná y placeres gratuitos, un lugar dónde las leyes de la Naturaleza o no existían o estaban alteradas. Un universo fascinante donde mis nuevos colegas errantes se habían convertido en expertos colaboradores científicos. Esta vez también acabé uniéndome a su carcajada general. Estaba claro que yo era su payaso favorito. Ya sabéis... “Mi nombre es Julia y...” entonces ellos terminaban la frase “estás loca” y de nuevo sonaba su carcajada.

Y sin darme cuenta pasaron los dos meses que había dado de plazo al proyecto y desaparecí entre el frío y la niebla de una noche.

Con aburrimiento comprobé que todo les había ido como predije y respiraron fascinados cuando les mostré la presentación del proyecto.

Aquella fue la última carcajada que me arrancaron los oyentes y ponentes, finalicé el proyecto, lo expuse y desaparecí.

Me retiré a un lugar recóndito, inhóspito, preparé la hibernación y me dormí.

No sé en qué punto del Universo estoy, pero aquí me hallo, completamente sola en un lugar desconocido, cargado de nuevos materiales y una atmósfera enriquecida que aporta los nutrientes que necesito. Tengo mil proyectos comenzados y en este mismo instante observo, en este cielo de estrellas desconocidas, una tremenda explosión que ilumina el infinito y me lleva a reconocer, aterrada, mi posición. Estoy en algún punto entre Júpiter y Marte, la madre Tierra que alberga mi cuerpo acaba de desintegrarse ante mis ojos. Estupefacta, mil pensamientos me recorren, quizá tomé una decisión equivocada al introducirme en un sueño casi eterno, al confiar que nunca llegarían a descubrir el alcance de aquél nuevo combustible tan potente y peligroso.

Atónita compruebo que las estrellas de mi infinito comienzan a apagarse una a una.



[ecumedesjours - relato ganador]




4 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver lo que comentan aquí los gallitos de corral. Debió usted colocar una fotografía erótica. Aunque no viniese a cuento. Porque el cuento en sí no lo van a leer y las imágenes son difícilmente asociables con sexo. A no ser la segunda, que parece un óvulo conquistado por el espermatozoide.

El relato me hace recordar a Arthur C. Clark, que si no recuerdo mal era del signo de Sagitario igual que usted. Del 17 de diciembre. Sagitario: el signo de los viajes a larga distancia, tanto físicos como psicológicos, yendo siempre más allá de lo conocido para así escapar del mortal aburrimiento.

El relato podría dar muchísimo más de sí. Es un círculo dentro de otro círculo, una muñeca rusa, pero el final me suena a argumento de Alan Moore para el Dr. Manhattan de los Watchmen. Un poco precipitado, como queriendo terminar de manera espectacular y rimbombante... A Spielberg le encantaría, claro. Es para gustos. Yo cuando leo cosas así pienso siempre desde el sentido del humor y la grandilocuencia se desmorona. Entre Júpiter y Marte mirando a la Tierra, me imaginé a bob Esponja. Y como carcajada reiterativa, recordé la suya. De pronto el cuento se transformó en comedia infantil... Y lo bueno es que no perdió ni un ápice de calidad ni de intensidad. Ahí me he dado cuenta de lo mucho que me gusta, con lo criticable incluido.

Felicidades. Y gracias. No es habitual que a uno le obsequien con obras de ciencia ficción de esta calidad en bitácoras cibernéticas. A menos que uno considere alienígenas a sus propietarios, cosa por otra parte bastante natural, teniendo en cuenta la escasa o nula funcionalidad neuronal desplegada. (La prueba serán los comentarios que aparezcan debajo de este mío. Sobre todo los del idiota recurrente, que espero se dé por aludido y se reforme ligeramente, porque este blog no se merece pasar por un estúpido sitio porno, aunque a la dueña le encante provocar.)

tipo gris dijo...

emocionante, aunque no deja de ser literario y eso siempre me molesta cuando leo. es un gran relato

una mujer dijo...

¡Oh!, Elio, me alegro que te haya recordado a Arthur C. Clarke, eso quiere decir que has leído “Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios”, también terminan apagándose las estrellas en cuanto la máquina calculadora del Dr. Wagner deja de imprimir....

La Locura es así, absurda, aunque no esté diagnosticada.

Gracias a los dos

Embrujado dijo...

El relato hace justicia al merito conseguido, no solo este debia haber sido premiado.

J.