domingo, noviembre 05, 2006

Mis relatos semanales

EL RINCÓN DE SHEREZADE - Los Cuentos de las Mil y Una Palabras XII
¿...?

"ANGELES"

“Licor de estrellas”
[ Relato Ganador ]

Enrique estaba sentado en un banco del jardín del Hospital a la sombra de sauces llorones descansando con un libro y respirando la tarde de verano. Su padre se recuperaba de un infarto y dormía la siesta en su habitación. Frente a Enrique un hombre sentado dormía en otro banco, un gorrión comía sobre el regazo que formaban sus piernas juntas donde descansaban las manos abiertas llenas de miguitas de pan. El hombre abrió los ojos y acarició al gorrión que siguió comiendo tranquilamente sobre él. Sintió ternura, le sonrió y el gorrión se fue volando. Se miraron y saludaron.

– Buenas tardes, caballero. El verano está siendo generoso y agradable.

– Si, es cierto – me levanté, le hice un gesto pidiendo permiso para sentarme a su lado y me senté tras su aprobación –

– Supongo que está aquí de visita, como yo.

– Si, mi padre está recuperándose, pronto estará en casa, y usted, ¿tiene aquí algún familiar?

– No exactamente. Me explico. He vivido en muchos lugares debido a mi profesión, ¡incluso en las nubes! – sonrió, me miró y continuó sin darme tiempo a decir nada, él sabia que ante esa respuesta yo nada podría decir – No sé cuanto tiempo fue, quizá fueron los diecinueve días que estuve en coma tras un impresionante accidente de tráfico. Estuve un tiempo incalculable viviendo en una nube. Desde allí vi cosas que pocos hombres podrán ver en su vida o, al menos podrán contar. Desperté un día en una nube, me sentía muy bien, descansado. ¡Como si hubiera dormido una eternidad!. Me quedé extasiado sentado en la nube, rodeado de más nubes y de un cielo irisado. Frente a mi pasaba mucha gente, yo les parecía invisible y no debía existir para ellos. Levitaban ascendiendo siempre hacia delante sobre un camino no visible grabado en sus rutas celestiales De pronto, entre ellos, apareció una chica que parecía perdida, gravitaba confusa, dudaba en su flotamiento y volvía sobre sus pasos en dirección contraria a los demás. En aquél momento me sorprendieron dos jóvenes ángeles, rubios y alados. Batían sus alas en un vuelo juguetón y chocaron contra mi nube deshaciéndola en leves gases y yo caí en una nueva nube, más abajo. Y los ángeles bajaron a mi encuentro.

– Oh, discúlpenos, ha sido un accidente

– No pasa nada – les dije mientras comprobaba la estabilidad de mi nueva nube –

– Tome, un par de botellas de licor de estrellas y si nos necesita ¡llámenos! Yo soy Miguel y este cabezota es Rafael – y se fueron volando como llegaron, persiguiéndose, empujándose entre las nubes, corriendo y jugando. Busqué a la muchacha entre la senda de levitantes y ya no estaba.

Volví a dormirme aferrado a las botellas de licor, horas o siglos. No lo sé, he vivido sin necesidad ni conciencia del tiempo. De pronto alguien o algo tiraba de las botellas, me levanté de un brinco y volví a caer en otra nube, desde arriba un tipo de color azul clarito se asomaba y me sonreía, se descolgaba de la nube y bajaba a la mía.


– Tienes dos botellas de licor de estrellas, ¿me das una? – yo le miraba desconcertado. Miré mis brazos y mis piernas y seguían siendo de color rosado – Te sorprende mi color, eh. Ya te acostumbrarás. Haremos una cosa, esta noche celebraremos una fiesta en tu nube, traeré un amigo y nos beberemos el licor. – y se fue sin darme opción a nada.


La muchacha volvió a aparecer, gravitaba frente a mi en dirección contraria a los demás, dando rodeos, haciendo círculos, ascendiendo y descendiendo. Quise acercarme, intenté levitar y no podía, o no sabía. Entonces escondí las dos botellas de licor de estrellas en una nube manchada de rosa y me acerqué un poco saltando de nube en nube. Ella pasó por mi lado, su color era blanco, no me veía, pero es que ella parecía no ver a nadie ni a nada. Pasé otra eternidad acompañándola de nube en nube de tal manera que ella acabó acostumbrándose a mi compañía, en ocasiones sonreía. Cogí la orilla de una nube, la recorté y la pasé por su cintura, me la anudé a mi muñeca y así no se perdía. Nunca había tenido un globo tan bonito, a veces conseguía que descansara de sus angustiosos recorridos, la sentaba en mi nube y le contaba un cuento. Una noche nos bebimos las dos botellas de licor de estrellas y ella sonrió y pronunció su nombre, Julia. Es lo último que recuerdo.

Dicen que desperté de pronto, de madrugada, tras diecinueve días de estar en estado de coma pidiendo y suplicando agua, con resaca entre algodones. Miré mi muñeca y tenia una pulsera con mi identificación, no había hilo de nube que me llevara a Julia. No podía ser un sueño. Los días que siguieron a mi estancia en el hospital escuché a las enfermeras hablar sobre la chica que se debatía entre la vida y la muerte, inconsciente, en la habitación 103.

He seguido a Julia hasta aquí, cuando estoy a su lado se tranquiliza. No es un vegetal, quizá algún día recorramos juntos ese camino sin dudar, guiados por esa ruta celestial que llevamos grabada en el alma. – Miró al cielo y se levantó – Es mi hora de visita. Ha sido un placer, mi nombre es Ángel – me dio una tarjeta de visita y se fue despacio y sonriendo hacía la habitación de Julia –




[ ecumedesjours ]

2 comentarios:

una mujer dijo...

A las 00:00 ha comenzado el periodo de votación...

una mujer dijo...

¡Oh!, ¡lo gané!

¡Empaté con el gran ritmanblu!

¡Gracias!