viernes, noviembre 17, 2006

Mis relatos semanales

TINTERO VIRTUAL CCLXIX: “Morfina”

"Hermana Morfina"
, 6º


La hermana Morfina era gordita y bajita; rechoncha. Su piel era tan blanca que podía verse el fluir de la sangre por sus venitas azules.

Cuando la hermana Morfina llegó al Hospital yo ya llevaba cuatro semanas ingresada. El dolor de mi metástasis me retorcía y no era capaz de aniquilarme de una vez por todas. Me retenían en la Unidad de Psiquiatría, había intentado ya dos veces quitarme la vida. Me convertí en un ser huraño y despreciable, no aceptaba visitas, no hablaba con nadie, estaba obsesionada en morir y acabar con mi sufrimiento. No era más agresiva porque me faltaba fuerza. En mi habitación solo había una cama, habían retirado todos los objetos con los que pudiera dañarme o dañar yo al equipo de enfermería. En cierto modo me odiaban más que me compadecían; les causaba demasiado trabajo.

Mis cubiertos eran de plástico, me habían sorprendido ya en varias ocasiones intentando cortar mis venas con un vaso roto de ese material, me sentía tan patética que decidí dejar de comer. Ya de por sí tenía nauseas constantes que pocas veces permitían llegar a digerir los alimentos que me daban, me obligaban a comer y yo vomitaba a continuación todo lo ingerido aunque no sintiera nauseas. Me ataron a la cama y me pusieron un gotero con alimentación parenteral. Seguí forzando mi traquea, mi glotis y epiglotis hasta que conseguía expulsar unas babas pastosas, verdes y amarillas, amargas como la hiel.

Estaba tan débil que pasaba esos instantes en los que nada conseguía aferrarme a la vida soñando, y entre mis sueños apareció Isabel, la hermana Morfina. Allí estaba, sentada sobre la cama y mirándome. Durante varios días creí que era producto de mi imaginación porque siempre estaba a mi lado, callada, tomando mi mano. Entraban las enfermeras y no hablaba con ellas, no las miraba, sólo me miraba a mí. Mis ojos, cuando los dejaba abrirse, se cruzaban con los suyos, su mirada penetraba en la mía y mi dolor desaparecía. Estábamos así horas y horas.

– Julia, levántate. Son las nueve de la mañana

Algo extraño sucedía, alguien me hablaba suavemente, olía a café y a tostadas; no me atrevía a abrir los ojos. ¿Qué me importaba a mi la hora que fuese?, pero los abrí y la hermana Morfina estaba sentada en una mesa camilla con un mantel blanco bordado y me hablaba. Dos sillas en la habitación, dos tazas, azucarero, cubiertos, café, tostadas, mantequilla y mermelada. Me habían quitado el gotero y nada me dolía. Quise levantarme y no pude, estaba muy débil. La hermana Morfina me ayudó a sentar en la silla y me sirvió café; untó una tostada para mí con mermelada, ¿cómo sabia que no me gustaba la mantequilla ni la leche? – Es fácil, lo miré en tu Historia clínica – no me sorprendía que ella contestara a mis pensamientos. En aquél momento solo tenía una sensación acogedora, ¡incluso sentía apetito!

En tan sólo dos semanas recuperé suficientes fuerzas como para medio vivir. El mal que llevo en mi interior sigue creciendo, pero no me duele.

La hermana Morfina tiene un cáncer de colon que le obliga a llevar una bolsita para recoger sus secreciones fecales y me ha rogado que viva con ella. Dice que morirá antes que yo y que tiene muchas cosas que enseñarme. Morfina ríe mucho cuando la llamo así y a mi me fascina verla reír. Muy joven vivió en un pequeño poblado de África central y una anciana la escogió para transmitirle el don de aliviar el dolor con las manos y la mirada, con paciencia y mucha complicidad con el enfermo. En África le llamaban la niña transparente, porque cuando se bañaba en el río con las mujeres decían que veían su corazón y su espíritu bajo el armazón de huesos y aquella piel tan blanca en un cuerpo tan pequeño.

Morfina yace en la cama y yo tomo su mano y la miro, la miro con infinito amor, con paciencia y mucha complicidad.

[ ecumedesjours ]

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonito relato sobre la hermana morfina