viernes, diciembre 01, 2006

Mon clochard...


... hoy me vestí de hombre, no es la primera vez.




















La primera vez que lo hice fue por rebeldía. Me invitaron a una boda imponiendo la etiqueta, las mujeres “así”, a ser posible a juego con los tonos del pastel (ridículo), los hombres “asá” (patético). En principio me negué a asistir, después de tantas insistencias acudí con un corte de pelo al “dos” suave como un pincel chino, así que lo envolví en fijador para eliminar aquella suavidad. Traje chaqueta de raya ejecutiva, con chaleco, camisa, corbata, aguja y gemelos. Pañuelo en el bolsillo, botas tobilleras con algo de tacón, punta redonda y cordones, medias de encaje. Resultó divertido cuando el padrino me ofreció el puro que sólo se ofrece a los caballeros en este tipo de eventos; obviamente me lo fumé, no sin antes solicitar la cuchilla para realizar el corte de gracia a aquél Davidoff y mojarlo en la copa de Armagnac.

Hoy me visto de la misma forma pero el traje ya está ajado de pasearlo, conmigo dentro, vagando por cada rincón de la sociedad.

No necesito beber para embriagarme y emborracharme, me sujeto de la farola intentando nublar mi vista y cambiar la visión que pueda tener frente a mí. Una visión nueva, por descubrir y por pintar; un folio, un lienzo en blanco, una pieza de madera, un trozo de arcilla, así es como comienza toda creación. Ante mi, al nublar la vista, sólo hay niebla, un efluvio evanescente que me permitirá crear las imágenes deseadas y anheladas, si sigo entrenándome, llegaré a darle forma y si llego a ser, en verdad, experimentada, quizá pueda tocarlas llenas de colores.

Juguemos, tentemos, dudemos, adentro.

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