Nuestra Luna; Tú y Yo

Nuestra postal de recuerdos siempre estuvo acompañada de la Luna, en todas sus fases. Cuando ella estaba en su Plenitud nosotros también.
Juntos supimos de la dulzura de los sueños y cuando no estábamos juntos ambos le hablábamos; a ella, a nuestra amiga, nuestra cómplice. Le enviaba mensajes para que te los susurrase al oido, suavemente, como la nodriza que es y ella, a su vez, me traía tus dulces caricias.
Te enséñé a amarla y nunca le tuve celos, mi fiel amiga, mi compañera de siempre.
Los más bellos momentos siempre son iluminados por ella.
Cuando mi hijo nació su padre lo elevó a su vista, a su influjo y lo bendijo como a mi me maldijo, mi fatídica y adorada madrina, la envenenadora de todos los lunáticos.
Y, así, cada noche de Luna llena es nuestra, estemos donde estemos; así fue y así será siempre.
Por eso, en cada noche de su plenitud salgo al balcón, a la terraza, al monte o al mar y aullo poseída por nosotros, desde tiempos inmemoriables, y bailamos y nos embelesamos.
Dulces sueños por siempre y para siempre, ella volverá a unirnos y ya no tengo prisa, porque sé que llegarás con tu piel blanqueada por ella, con tus ojos verdes como el mar y oscuros por la noche, con tus caricias nocturnas, con el calor de nuestros recuerdos de siglos y vidas anteriores siempre cruzadas.
No tengo prisa, pues sé que volverá a suceder y no volveremos a dejar que nada nos separe.
Te quiero y nada más necesito.
Dulces sueños y Mil besos.

Tres en una, todas tuyas; cuerpo, mente y alma
No hay comentarios:
Publicar un comentario