lunes, octubre 12, 2009

Mis Relatos Semanales


TINTERO VIRTUAL CDX – "Espacio vacante"


Lucien Clergue


“360º”

El sol suave de octubre se derramaba sobre la poca gente que aún pasaba el día en la playa nudista de Corinto. Desperté aturdido y me incorporé hasta quedar sentado, cerré el libro y al mirar al frente vi su espalda desnuda incrustada en mi horizonte y la mirada ya no quiso buscar más. La veía darse la vuelta, tumbarse boca arriba y boca abajo, rebuscar en el bolso un cigarrillo, un mechero o un libro, jugar con las piedrecitas, amontonarlas o lanzarlas al mar. Reflejaba un bonito cuerpo de veinte años que, pegado a mi retina, me hacía sentir un viejo verde. Por fin decidí darme un baño y mientras caminaba en dirección a la orilla del mar su espalda iba agrandándose, debió escuchar mis pasos y se dio la vuelta de forma instintiva, sin apenas fijarse en mi. A pesar de tener un cuerpo de veinte años su rostro delataba una vida cercana a la cuarentena, lo cual la hacía más interesante, sobretodo por la seguridad en sus movimientos. Tumbada boca arriba sobre una pequeña loma de piedras que la tormenta había originado en la orilla de la playa, las olas llegaban de vez en cuando a sus pies, pero ella no se inmutaba, se había acostumbrado a sus caricias.

Nadé muy adentro hasta comenzar a cansarme y me dejé flotar hasta distinguir el pequeño borrón del color amarillo de su toalla y, poco a poco, fui acercándome. Lentamente, con pequeñas brazadas que daban impulso a mi flotación, fui disfrutando y dando forma, de nuevo, a aquél bonito borrón.

Tumbada boca arriba y desnuda parecía dormir confortable con la sensación que provoca el sonido del mar que se pega a los sueños y te acuna. Y así la pude mirar hasta pasarla de largo y tumbarme en mi toalla para imaginar que me acercaba a ella, que le pedía un cigarrillo, que le preguntaba por el libro que leía, comentábamos el tiempo y nuestros días de vacaciones. También la imaginé rebuscando en el bolso y levantarse, mirarme y acercarse, lenta y desnuda, con un cigarrillo en la mano y un mechero vacío de gas en la otra, la imaginaba llegando a mi, imaginé el sonido de su voz, agacharse frente a mi, acercar su boca a mis manos, al fuego de mi mechero... Imaginé tantas cosas que decidí traer dos cervezas frescas. Me puse el pantalón, cogí la cartera y me fui al chiringuito de atrás, una vez allí pensé que sería mejor ofrecerle dos colas, pero acabé llevando dos latas de limonada, apta para todos los gustos.

Volvía como un niño, nervioso, emocionado. Sabía que este detalle le encantaría, saciar la sed del mar, del sol, del tabaco...

De repente sentí una punzada en todas mis ilusiones y las latas cayeron de mis manos. ¡Ella ya no estaba!, di vueltas sobre mi mismo buscándola, no veía sus pasos por ninguna parte, ni su silueta; busqué en el agua mientras me acercaba, este avance lo interrumpía con frecuencia para dar giros de 360º, siempre buscándola, por todos los resquicios del lugar. Hasta que llegué a mi toalla y quedé petrificado viendo el hueco insoportable que su espalda había dejado en el horizonte. Corrí hacía el espacio vacante que su presencia había dejado, me agaché sobre el hueco que su cuerpo había moldeado entre las piedras y la arena, acaricié el montoncito de piedras con las que ella había jugado y acabé lanzándolas al mar, como ella habría hecho. Unté las yemas de mis dedos con la ceniza de su último cigarrillo y acoplé mi cuerpo al molde dibujado.

Me quedé tumbado, con una de sus colillas en mi boca, dejando que las olas acariciaran mis pies como antes habían hecho con los suyos.

– ecumedesjours, 1º –

2 comentarios:

Embrujado dijo...

Me gusta, me ha encantado el relato. Quiero mas....


Besos J.

Anónimo dijo...

Relato encantador,

un saludo

Moira

Pd: estas por Valencia?