sábado, marzo 10, 2007

La belleza




" Habrá quien piense que exagero, pero allá cada cual. Soy tan bella que salgo a la calle enamorada de antemano. Los hombres me contemplan con una especie de atención superlativa y un tanto rencorosa. Las mujeres me examinan, revisan mis facciones, estudian cada gesto mío intentando descifrar la trampa. Pero no hay trampas: que soy bella, horripilantemente bella, y nada más.

Gentil suplicio, este. No veo dónde está la bendición. Hable o calle, estoy perdida. Si digo cualquier cosa, soy escuchada con una impertinente suspicacia a la que no consigo acostumbrarme. Cuando no abro la boca todos me miran como pensando: sí, pero será tonta. Si algún hombre me habla, lo hace con intereses no precisamente dialécticos. Si me habla una mujer, lo hace para neutralizarme como competidora ofreciéndome su amistad. Cuando ellos no me dirigen la palabra, en su silencio tiembla el reproche de no amarlos. Cuando ellas callan, noto cómo me espían y corren a retocarse el maquillaje. Socorro. Nadie elige su cuerpo ni su nombre. La armonía se ha vengado de mi. También lo bello es cruel, también lo bello.

¿Cuánto mérito mío hay en esta piel de pétalo? ¿Cuánto de recompensa al trabajo bien hecho hay en mis formas?, no es por coquetería, sino por miedo al dolor y sobre todo por orgullo. He vivido en el bosque. He huido al extranjero. He pasado unos años en la montaña. Pero siempre, en todas partes, hubo alguien que se enamoró de mí y me odió por ello. Conozco de memoria la manera: primero es un deslumbramiento exagerado, estelar; después una benevolencia boba, como si yo mereciera más de lo que merezco; más tarde esa impaciencia a la que tanto temo; enseguida una escena de despecho, un ataque de ira y finalmente el daño para ambos.

Por las noches sueño con mundos feos, con escenas de asco, con figuras nauseabundas. Veo amantes de piel sucia y lenguas negras, bestias ansiosas que me abrazan, sin juicios y me incluyen en su hedor. Entonces, fugazmente, soy feliz. Atravieso desiertos de arena impura. Nado despreocupada en un río de barro. Pero tarde o temprano un aliento de sol me acaricia la mejilla, y me pongo a parpadear, y mi cuerpo se estira lentamente, y la belleza regresa al dormitorio. Lo primero que hago al levantarme de la cama es mirar, incrédula, mi desnudo en el espejo. A mi lado nunca despierta nadie."



Andrés Neuman

1 comentario:

Ángela dijo...

Estremecedor relato...