jueves, junio 14, 2007

Capítulo III - " Al Filo de la Locura "

Jack Vettriano, Mirror - Mirror
Todo esto me abrió el apetito, abrí la nevera y tuve pereza de cocinar algo, así que tomé la botella de coca-cola y preparé café mientras calentaba cera para depilarme. No tengo mucho vello, pero no soporto un pelo fuera de su sitio y por más que me mirara en el espejo aquellos pelitos se empeñaban en no tener vergüenza y no se escondían. Me gustaba la sensación de un ligero dolor con cada tirón. Unté de cera la parte superior de mis labios, la barbilla, el entrecejo y mientras se enfriaba miré mi coño... se me ocurrió dejarlo como el de una niña. Las lágrimas me saltaban cuando tiraba de la cera ya endurecida sobre mis ingles, sobre mis muslos, por su parte interna, la más suave y mientras tanto imaginaba como un hombre sin rostro vendaba mis ojos, anudaba mis manos a mi espalda con un suave pañuelo y pedía que me sentara sobre el baño y yo me dejé hacer.




– Separa tus piernas, apenas unos centímetros






Mi piel y mis sentidos se multiplicaron, estaba expectante, mi sexo se humedecía. Su voz era calma y hermosa y por fin sentí el tibio tacto de sus dedos que fueron bajando de mis labios a mi cuello, se detuvieron en mis pezones que crecieron duros ante el contraste de su lengua posada sobre ellos y un mordisco que hizo que yo misma me mordiera los labios.

– Tranquila, no te haré daño.

No tenía seguridad en lo que iba a suceder, pero me gustaba ese misterio que nunca había experimentado. Intentaba imaginarlo a través de su voz, era alto y delgado, sin barba y recién afeitado ya que el beso de sus labios sobre mi pezón fue suave para contrastar posteriormente con aquellos mordiscos que me recordaban el dolor agradable que he sentido en ocasiones al tantear una moradura.

– Separa un poco más tus piernas, lo suficiente para que mantengan mi cabeza.


Abrí mis piernas y las elevé un poco apoyando los pies sobre mis dedos, como una bailarina sentada, mis manos en la espalda, y mi pecho se adelantó orgulloso mostrando mis pezones erectos y mi disponibilidad total. Sentí su sonrisa sin verla.

– Eres bella, eres mía.


Estaba inquieta esperando que tomara mi sexo con su boca, con sus labios, pero él estaba contemplándome en silencio y yo me impacientaba cada vez más húmeda, pero callada. De pronto sentí una fina lluvia de gotas calientes, olía a cera, a la cera perfumada de mis velas de colores, sentí el rastro que iba dejando sobre mis pechos y la agradable sensación de sentirme dibujada con los colores de mis velas, los pies... las piernas, los muslos... desde los hombros descendía la cera... bajaba por mis pechos y el extremo del pezón se convirtió en un pequeño río de lava por donde se deslizaba a morir fríamente sobre mi coño, mi vientre y mis piernas.

Jack Vettriano, The Assessors

– ¿Quién eres? - me atreví a preguntar-


No obtuve respuesta, pero fue fascinante sentir su respiración por mi cabello, sobre mi cuello, mi vientre y ... separé todo lo que pude mis piernas, estaba ansiosa, lo deseaba. Comenzó a aspirar mi vagina, hurgando con sus dedos y sus labios los pliegues de mi sexo, retuvo el clítoris con la yema de sus dedos, lo succionó y lo mordisqueó. Comencé a gemir, a respirar intensamente, los espasmos de mi cuerpo conseguían que la cera se agrietara y se desprendiera de mi piel, desnudándome de nuevo. Mientras devoraba mi sexo con apetito sus dedos pellizcaban mis pezones, el contraste era exquisito, como la comida thailandesa y sus salsas dulces y agridulces. Yo quería soltarme y apretarlo contra mi.





– Te deseo...

– Lo sé

– Quiero tocarte

– Todavía no

– Quítame estos nudos

– Sabes que no lo haré




Fue en ese instante cuando me tomó en brazos, mis piernas lo rodeaban, me levantó y me sentó sobre el lavabo y con fuerza me penetró, casi salvajemente (puedes eliminar el casi). Grité, grité sin temor a ser escuchada por el mundo, subí a los cielos y bajé a los infiernos y allí estaba él, arriba y abajo, en las nubes y en el fuego, poseyéndome con ansia, marcando sus dedos sobre mi piel, besándome como si fuera a devorarme y de pronto aulló.... y yo con él, estuvimos aullando unos minutos, lo que duró nuestra descarga; el aullido cesó y me desplomé.

4 comentarios:

NoSurrender dijo...

veo que te anima eso de depilarte ;)

Escribes muy bien. Lo sabes.

una mujer dijo...

Dímelo al oido...

Je voulais... un petit feu de toi qui s'teint pas...

Ariatán dijo...

Me fascina tu blog, muy bien nena!!!

Hermes dijo...

Prólogo de la excitación con depilación, extasis posterior y desplome final. Si a veces es que necesitamos desplomarnos, y de que manera....

Besos morbosos