viernes, febrero 05, 2010

Fascinante...



Bendita sea la curiosidad que nos pasea de la mano y nos entretiene con el conocimiento.

El HAARP me llevó a la ionosfera y, a unos pasos, a los cinturones de Van Allen. Me fascinó descubrir que la Tierra está rodeada por un colchón de energía impresionante formado por partículas con carga eléctrica atrapadas por el campo magnético, cargado de protones y electrones. Una inmensa fuente de energía.

La Tierra se comporta como un imán.




La intensidad del campo magnético terrestre es varios cientos de veces inferior a la del imán en forma de herradura con el que juegan los niños, pero extiende su influencia a gran distancia en el espacio e interactúa con la corriente de partículas con carga eléctrica procedentes del Sol.

Las observaciones de numerosos satélites han revelado que el campo magnético terrestre forma alrededor del planeta un gigantesco envoltorio protector (magnetosfera), en forma de lágrima alargada en dirección opuesta al Sol. En condiciones normales, el campo es suficientemente intenso para bloquear el viento solar a cerca de 10 radios terrestre de distancia.

La Tierra es un Planeta privilegiado, mimado por la Naturaleza, estudiado al milímetro por un ingeniero fabuloso y perfeccionado por una constante evolución, es perfecto. Todos los mecanismos que vamos descubriendo son fascinantes... El interior del Planeta equilibrado con hierro y níquel, la atmósfera, una cúpula fantástica, y.... resulta que más allá de todo tenemos un neumático gigante radioactivo que se encarga de almacenar protones y electrones que la magnetosfera impide que se acerquen a la Tierra para que quizá... un día... la Tierra, la Naturaleza, o nosotros usemos todo ese colchón energético como si de una célula se tratase dispuesta a dividirse en un parto sideral y necesitarla toda para un largo viaje de continuo crecimiento... yo qué sé...

El caso es... que da pánico pensar que pudiéramos llegar a manipular, un solo ápice, todo este entramado maravilloso.


Cinturones de Van Allen


Son dos regiones formadas por partículas de alta energía, sobre todo protones y electrones, englobadas en el campo magnético terrestre, y que rodean a nuestro planeta a la altura de, respectivamente, 3.000 y 22.000 km sobre el ecuador. Ambas regiones forman conjutamente la magnetosfera, y están separadas entre sí por una frontera llamada magnetopausa. Fueron descubiertos en 1958 por el físico norteamericano James van Allen, que era responsable de un experimento incluido en el primer satélite artificial americano, el Explorer 1.

Las partículas que constituyen los cinturones de Van Allen tienen su origen en los flujos de electrones y de protones que nos llegan desde el Sol bajo la forma de viento solar. Estas regiones tienen efectos sumamente negativos en la delicada circuitería de los ordenadores de las misiones espaciales y son muy dañinas, debido a la radiación, para la vida humana. Por ello, los vuelos espaciales han de planificarse de tal modo que, además de la protección eficaz de astronautas y dispositivos electrónicos, eviten el paso por las zonas donde la radiación es más intensa.


Aurora Boreal. Cortesía NASA


21 de Marzo 2008, imagen tomada de una Aurora Boreal desde la Estación Espacial Internacional


Las Auroras Boreales son el resultado de una lluvia de electrones energéticos que, al caer en espiral en torno a las líneas del campo magnético, acaban por chocar con los átomos y las moléculas de la alta atmósfera. Las partículas del aire se vuelven entonces “fluorescentes” y liberan el exceso de energía en forma de luz. Los átomos de oxígeno excitados producen los colores verdes y rojizos, mientras que las moléculas de nitrógeno que han perdido un electrón producen la fluorescencia azul.


Ya en 1741, el astrónomo sueco Anders Celsius advirtió que las estrías luminosas de las auroras parecían coincidir con las líneas del campo magnético terrestre.

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